¡Cuántas veces habremos oído esta frase, incluso alguna vez dicha por nuestra propia boca! Ciertamente el dinero no da la felicidad. Existen numerosos ejemplos de artistas famosos y adinerados que se quitaron la vida, sumidos en la más profunda depresión e infelicidad. El dinero no se puede canjear de manera automática por felicidad: por fortuna, la felicidad no se puede comprar en ninguna tienda y cada uno de nosotros debe realizar un proceso interno para alcanzar esa paz y felicidad deseadas.
Pero no es menos cierto que su ausencia sí que desencadena en infelicidad. De eso, no hay lugar a duda. No me puedo llegar a imaginar que el sueño de una persona sea ser indigente. Las personas en esta situación se han visto abocadas a malvivir así por diferentes razones, pero ninguna de ellas proviene de un deseo propio y decidido. Nunca he escuchado a ningún niño contestar, «De mayor, quiero ser pobre y vivir debajo del puente». Claro que no, no es divertido.
Entonces, ¿cuál es el problema? Cuando se dice tan alegremente que el dinero no influye en mi felicidad, queda siempre un atisbo de resignación y conformidad como si no hubiera otra alternativa. «Soy pobre, ¡qué más da, el dinero no me da la felicidad! Y a otra cosa. ¿Juega mañana el Atleti?» Es casi el mismo discurso de “lo importante es participar” que suelen decir los perdedores. El que juega a empatar suele perder; esto es así en los juegos y deportes, en el amor y en la vida en general. Para ganar, sólo se puede salir a ganar, a dar lo mejor de uno mismo. No hay otra. Es lo justo. Si nos conformamos con participar, con simplemente sobrevivir, nos estamos conformando a no ser la mejor versión de nosotros mismos y al final malvivimos en vez de VIVIR. ¡Qué sólo tenemos UNA VIDA! Después del game over, no se puede iniciar otra partida, porque no disponemos de más vidas. Esto lo deberíamos recordar todos los días. ¡¡Sal a vivir tu vida ya!!
Volviendo a los ejemplos, alguno podría decirme: «Bien, Miguel, pero esos son casos extremos. Yo ni soy un famoso que piensa en suicidarse ni un indigente que navega en la mísera rutina de poder intentar sobrevivir un día más. Es más, yo soy feliz así». No lo dudo, pero estoy convencido de que nunca te has planteado las siguientes preguntas que pueden hacerte mirar las cosas desde otra óptica:
¿Cómo sería si..?
¿Te has parado a pensar cómo sería tu vida si tuvieras 50.000 €, 100.000 € o un millón más? ¿Sería exactamente igual a tu vida actual? Sinceramente no lo creo. Y no me estoy refiriendo únicamente a los lujos materiales que podrías adquirir con facilidad y que no necesariamente mejorarían tu calidad y/o felicidad actual.
¿Pero te imaginas cómo sería si no tuvieras la necesidad de tomar el primer trabajo que se presenta? ¿Negociarías igual en la entrevista de trabajo? ¿Cómo sería si pudieras estar durante un año, dos o tres años buscando la posición que realmente te apasiona o la formación necesaria para la misma sin sentirte presionado por la falta de recursos económicos?
¿Sería igual tu vida si pudieras reducir tu jornada laboral a 30 o 24 horas semanales? ¿Y si pudieras tener 40, 60 o 90 días laborables de vacaciones anuales? ¿Tendrías la misma motivación? ¿Y la misma frustración? ¿Qué harías si tienes un jefe frustrado que te machaca todos los días? ¿Aguantarías tanto si fueras -al menos- parcialmente independiente de ese sueldo?
¿Cómo sería tener todos los viernes libres para viajar, por ejemplo? ¿Te gustaría dar la vuelta al mundo durante tres o cinco años? ¿O pasar más tiempo con tus hijos por las tardes? ¿O tomar un período de maternidad/paternidad más largo? ¿Te imaginas pasear todas las mañanas con una señora mayor que se encuentra muy sola? ¿Te gustaría estar tres años ayudando a construir una escuela en Somalia? ¿Deseas poder practicar todas las actividades que alimentan tu alma sin hacer malabares con el tiempo?
¿Qué harías si pudieras jubilarte 10 o 15 años antes de la edad legal establecida? ¿O no vivir angustiado sabiendo que de mayor no serás pobre? ¿Qué impacto tendría esto en tu vida?
Podría rellenar un artículo con más de mil ejemplos y situaciones que pudiesen beneficiar de una manera directa tu felicidad, a cada cual con sus valores e intereses propios. Considero que no hace falta: se entiende lo que quiero expresar. Con dinero, podrías tener más tiempo libre para cumplir tus sueños, más respeto por tu trabajo y hacia ti mismo, más pasión en todo lo que haces. No vivirías buscando el siguiente salario, porque no lo necesitarías.
Definitivamente el dinero no puede comprar la felicidad. Compra algo mucho más valioso: la LIBERTAD. Cada euro que se consigue ganar, ahorrar e invertir de manera adecuada, cada euro que se genera de forma pasiva es un pedazo de libertad que depende exclusivamente de nosotros cómo la disfrutamos. No hace falta esperar a mañana para comenzar a disfrutarla. Ahora es el momento de valorar cada euro no gastado en bienes materiales innecesarios y dedicar todos nuestros esfuerzos y recursos en nuestras metas vitales.
Y sí, la libertad, bien utilizada, es un buen catalizador con el que se puede transcurrir en la FELICIDAD. Porque la felicidad -al menos yo lo pienso- no es un puerto al que arribar, sino más bien un camino a recorrer y a explorar. Con libertad es mucho más fácil poder realizar esa colección de experiencias vitales, únicas e indescriptibles que componen la felicidad.
Si tuvieras una mejor salud financiera, ¿sabes ya cómo vas a emplear tu nueva libertad adquirida para cumplir tus sueños?
Lee, infórmate, compara, decide y actúa.