Como rechazo a la primera opción, la mayoría de las personas se conforman a trabajar para vivir. ¿Quieres trabajar 40 horas a la semana durante 40 años para recibir el 40% de la pensión? Con los ingresos pasivos puedes simplemente VIVIR
Es la eterna dicotomía. „Vivir para trabajar o trabajar para vivir“. Parece ser que el ser humano es muy dado a representar todas las cuestiones importantes en código binario como si esa simplificación le fuera suficiente para satisfacer sus necesidades. Sólo hay que posicionarse en uno de los lados y todo queda solucionado: Vida o muerte. Bien o mal. Blanco o negro. De ciencias o de letras. Me quiere o no me quiere. Cara o cruz. Ser o no ser. Del Madrid o del Barça. Luz encendida o apagada. Conmigo o contra mí.
Y, por lo general, nos olvidamos que existen otras aristas del complejo prisma de la realidad que no estamos teniendo en consideración y que, por tanto, ignoramos en la toma de nuestras decisiones. Nos equivocamos. No podía ser de otro modo.
Porque juntos sumamos más que restamos, porque las matemáticas no están reñidas con la literatura, ni las ciencias sociales con las naturales, porque se puede tener mucha autoestima y confianza en uno mismo sin llegar a ser arrogante, porque se puede ser rico y buena persona, porque hay más de mil razones que valen la pena como dice la canción de Sabina. Las incompatibilidades no dejan de ser prejuicios impuestos por otras personas que no llegaron ni siquiera a intentar entender la realidad en la que vivían.
Vivir para trabajar
Cuando se habla de „Vivir para (sobre)trabajar“ queda bastante claro que la vida de esa persona es su trabajo. Más allá de eso, el vacío, la nada. No hay tiempo para la familia, para la pareja, para los hijos, para los amigos, para los sueños… Absolutamente todo queda en un sórdido segundo plano. En definitiva, es consciente de que vive en la rueda del hámster (das Hamsterrad), una especial creada por sí mismo. He conocido esas ratas de laboratorio tanto en España como en Alemania. Personas que trabajan más de 10–12 horas diarias, los días festivos, los fines de semana… por querer ser el mejor, el puto número uno o porque el proyecto es muy urgente. Siempre es urgente, de hecho tan urgente que era para ayer y ya es mañana.
Uno en su sano juicio podría pensar que esta situación es triste, aterradora; sin embargo, si esa persona lo ha decidido consciente y libremente desde su esencia individual y vivir así le hace feliz, es muy respetable. Lo realmente aterrador sería que el trabajo fuera su única tabla de salvación, su única grisácea realidad porque nadie le espera en casa ni tiene ningún amigo con quién tomarse una cerveza en el bar de la esquina.
Trabajar para vivir
Por eso, la mayoría de la población se resigna a escoger la otra opción, sin pensar más allá de que puedan existir otras posibilidades. Así, de generación en generación, nos lo han transmitido nuestros profesores, nuestros padres y el conjunto de la sociedad. „Hijo, estudia mucho y encuentra un buen trabajo“.
Cuando simplemente se „trabaja para (sobre)vivir“ lo que se consigue, en el mejor de los casos, es eso: sobrevivir. Trabajar durante 40 horas a la semana durante 40 años para que te quede el 40% de pensión, ¿es acaso eso vivir? Y los lunes nos levantamos a las 6 o a las 7 y mientras los viajeros intercambian bostezos en el andén, soñamos con el próximo viernes, con el fin de semana, con las merecidas vacaciones, con la jubilación (¿nos llegará?), a la par que nuestros verdaderos sueños quedan desdibujados en nuestras almas quiméricas, utópicas, frustradas, abandonadas. Las agujas del reloj corren peligrosamente céleres y nadie puede detenerlas.
Como en el caso anterior, se vive corriendo día tras día en la rueda del hámster, sin haberlo elegido voluntariamente y lo peor aún, sin ni siquiera saberlo.
Seguro que estás preguntando acertadamente, pero ¿cómo gano entonces el dinero? No digo que no haya que trabajar. Ni mucho menos. El trabajo –no la esclavitud de algunas políticas empresariales– ha permitido avanzar a las sociedades humanas en multitud de aspectos, mejorando la calidad y esperanza de vida de los individuos de una manera muy significativa; también –valga recordar– a costa de destruir cada día un poquito más nuestro hogar, la Madre Tierra.
Lo importante es ser consciente del significado del trabajo. Al igual que se pueden cambiar dólares por euros, el trabajo no es más que la divisa de cambio entre el tiempo de tu vida por dinero. Las horas de tu vida que ya no volverás a „vivir“ por el dinero que te vas a gastar. Así de sencillo, así de cruel.
¿Y si hubiera otras formas de generar ingresos sin tener que intercambiarlos por el tiempo de mi única vida? ¿Y si el dinero trabajara por mí, en lugar de yo por él? Buenas preguntas encuentran siempre buenas respuestas. Sí, existen, son los ingresos pasivos y algunos afortunados han logrado con ellos la independencia y libertad financiera. Más adelante ya abordaré con más precisión qué son y cómo se pueden generar. Estoy totalmente convencido de que nadie en la escuela ni en tu casa te han hablado nunca de ellos. A mí tampoco. No te enfades, no ha habido mala fé ni dejadez de funciones, sencillamente es por falta de cultura financiera.
Por eso nace este blog para ayudarte, para ayudarnos a crecer en nuestros sueños en este pequeño lapso de tiempo entre el nacimiento y la muerte. Para que tu situación económica no te imponga cómo tienes que vivir tu vida. Tú decides.
Yo no quiero ni vivir para trabajar ni trabajar para vivir. Yo simplemente quiero VIVIR. ¿Me acompañas?
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