Como bien es conocido, el viernes pasado fue el Black Friday, la fiesta global del hiperconsumo extremo, la punta del iceberg del lado más oscuro del capitalismo salvaje. Como no podía ser de otra manera, esta práctica consumista no puede ser recomendada en ningún blog de finanzas personales. Y yo también soy bastante crítico con ella.
¿Cómo surgió el Black Friday?
Lo cierto es que es una táctica de marketing bastante vieja; antes llamada con el nombre -no tan cool- de rebajas. Recuerdo ver por televisión cómo las personas se agolpaban al cristal de los grandes establecimientos antes de su apertura, como si necesitaran ese producto con extrema urgencia.
En España, la época de rebajas empezaba el día después de Reyes. No era por casualidad. Después de unas fiestas navideñas con un descontrolado y excesivo consumo (olvidando que al fin y al cabo lo único importante es reunirse con la familia), venían unos descuentos que nos incitaban a seguir comprando más y más como si fuera la solución mágica. No hay que ser muy listo para darse cuenta de que gastando más no se recupera el dinero ya gastado previamente.
El Black Friday, como tal, apareció en Filadelfia (EE.UU.) en 1961, justo después del día de Acción de Gracias. Como ves, nada nuevo bajo el sol.
What have we found?
Wish you were here. Pink Floyd.
The same old fears.
Hasta mi propia hija de nueve años sabe que si bajan los precios, la gente compra más. Me quedé sorprendido cuando me expuso su teoría económica de regreso de la escuela.
El Black Friday se extendió por Europa y por todo el mundo con la llegada de la tecnología y de las grandes empresas distribuidoras. En España, aterrizó en el 2012 y cada año la cifra de consumidores va creciendo.
¿Por qué se llama Black Friday?
Históricamente, los días negros en economía correspondían a los hundimientos de la bolsa: el famoso Jueves Negro de un día otoñal de 1929, el Lunes Negro del 19 de Octubre de 1987 con la caída de la bolsa de Hong Kong que arrastró a todas las bolsas mundiales o los sucesivos días negros al inicio de la pandemia del Corona.
Ahora un día negro parece que ha cambiado de mando y es sinónimo de bueno y barato. En realidad, sigue representando un hundimiento económico, social y medioambiental. En el plano económico, la gran diferencia estriba en que ahora son solamente nuestras finanzas personales las que se ven dañadas y no las de las empresas partícipes.
El término de esta macrofiesta parece ser que fue acuñado por los policías de la ciudad de Filadelfia para describir el denso tráfico de personas y vehículos después del día de Acción de Gracias. Otra teoría sería que los balances de los comercios pasaban a negro (positivo) debido al flujo de compras, después de llevar varios días en rojo.
En cualquier caso, la etimología queda en más que una anécdota. Al final, lo importante es lo que está detrás de todo.
¿Por qué soy crítico con el Black Friday?
Considero que se basa únicamente en el consumo por el mero hecho de consumir. Como la gula de comer por comer o la avaricia de acumular por acumular. Nada más.
Asimismo, pienso que la satisfacción de estas compras es aún más efímera que cualquier otra de índole incluso impulsiva, porque están fuera de nuestra zona de control.
Ya nos dicen cuándo debemos consumir (Black Friday), cuándo debemos tener el día más triste del año (Blue Monday), cuándo tenemos que estar enamorados (14 de Febrero), cuándo debemos celebrar nuestra soltería (11 de Noviembre) y otras mil chorradas más que se acaban inventando los de marketing.
Cada vez que pasamos la responsabilidad, perdemos el poder.
¿De verdad me estás diciendo que prefieres que una compañía multinacional decida cuándo, qué y cómo debes vivir tu vida? La vida es lo único que realmente tenemos y es, por definición, intransferible. Podemos generar una nueva vida, podremos donar un riñón u otro órgano vital, pero nunca podremos que otra persona viva nuestra vida.
¿Por qué se lo estamos permitiendo? Ya sé que tomar las decisiones propias es un camino considerado en la actualidad como un acto de rebeldía. Lo sé, soy un rebelde.
¿Qué otras consecuencias tiene?
Por otra parte, los productos del Black Friday no corresponden a unos excedentes de producción ya almacenados que eliminarían un problema de stock, sino más bien es una nueva superproducción especial para la fecha. Es quemar recursos para celebrar que podemos quemarlos. Por placer. Es una ignominia.
¿Nos hemos preguntado alguna vez de dónde vienen esos productos creados para la ocasión? ¿En qué condiciones laborales se han fabricado? ¿Qué recursos y costes medioambientales se asumen en la producción? ¿Y en la distribución? ¿Y en los residuos generados asociados? ¿Si consideramos todos los aspectos son -en términos absolutos- esos productos más baratos?
Hay estudios que afirman que este tipo de iniciativas aumentan las emisiones de CO2. Y no sólo lo dice Greenpeace (que podemos decir que no es parcial en el asunto), sino también la información procede de periódicos considerados como derechistas o conservadores.
En 2019, tan sólo en la ciudad de Madrid, las emisiones asociadas al Black Friday supusieron el 1,7% de las emisiones anuales. Quizá pienses que es poco, pero un día es el 0,27% de un año (1/365). Es decir, que esta fiesta de hiperconsumo le costó al planeta casi 6,3 veces más de lo normal.
Y esto sólo son datos de Madrid, imagínate si sumamos los de las grandes ciudades mundiales como París, Nueva York, Shanghai o Tokio.
Para el planeta es un mal negocio. Así lo deberíamos entender.
Dejando un lado un punto tan ecológico y bajando a un plano más íntimo, ¿en serio necesitamos esos productos que compramos como si no hubiera un mañana? ¿Nos hacen más felices? ¿Nos hace sentir mejor? ¿O quizá más dependientes? ¿Es más “barato” comprar rebajado de precio que simplemente no comprar lo que no necesitamos? ¿Para qué los compramos entonces?
A diferencia de la cultura que promueve el Black Friday y otras iniciativas similares, soy un firme defensor de un consumo responsable y sostenible. Esto no sólo ayudará al medio ambiente, sino también a tus finanzas personales y a tu estado espiritual. No te hará falta comprar algo para aparentar ni para agradar a nadie y te librarás de esa ansiedad.
Yo no compro en el Black Friday. Tú, ¿cómo lo ves?