La regla SMART es muy útil y sencilla para establecer objetivos que nos acerquen a la realización de nuestros sueños
Los niños tienen una habilidad que les ayuda en su crecimiento y desarrollo personal: soñar. Con la imaginación y el poder de la mente, son capaces de atravesar mundos inhóspitos, llenos de colores, de fantasía, siendo su creatividad y conexión de ideas realmente fascinantes. Por eso, pueden reír y amar de una manera auténtica y sin temor. Saben vivir. Quién haya estado cerca de ellos, lo sabe con certeza.
Con el célere correr de las manecillas del reloj, la vida, sin embargo, les va cortando esos hilos de ilusión convirtiéndolos en más díscolos, más distantes, más rencorosos y cada día un poco más conformistas. En definitiva, se convierten en nosotros. Los sueños se desdibujan o, peor aún, la desidia nos ha vencido y dejamos de soñar. Yo lo hice durante una época. Morir en vida. La dura y rutinaria realidad los apaga y la brecha entre ambos, realidad y sueño, es cada día más grande.
1. ¿Por qué no vivimos nuestros sueños?
No abandonar la zona de confort
Uno de los principales problemas para no vivir nuestros sueños es no plantearse metas ni objetivos ni planes estratégicos para poder, al menos, intentar alcanzarlos. Quedarse en la amarga seguridad de la zona de confort no conduce a explorar los caminos más tediosos, pero, a la larga, más satisfactorios para el alma. La pereza y el miedo nos impiden avanzar. Todo lo que hemos aprendido durante la vida siempre ha supuesto un reto.
Ahora nos resulta muy fácil caminar –lo hacemos de hecho sin pensar–, pero el día que nos arriesgamos a ponernos de pie por primera vez e intentamos dar un pequeño paso para caer de culo, fue toda una proeza. Y lo deberíamos recordar todos los días. Tuve miedo, cierto, pero me levanté y aprendí a andar. Ahora mismo, con el temor de perder lo que ni siquiera se tiene, me levanto y aprendo a soñar y a vivir.
Por eso, es tan importante establecer unos objetivos, unas metas que disipen la brecha entre la vida que llevamos y la que queremos tener desde lo más profundo de nuestras entrañas. Sin rumbo, sin foco no se llega a ningún puerto. Ni a los sueños tampoco.
Plantearse objetivos indefinidos
Otro de los errores más habituales es plantearse objetivos indefinidos. «Quiero ser feliz». ¿Qué significa realmente eso? En el mejor de los casos, cada uno tiene una definición diferente de ser feliz. Es un objetivo difuso, abstracto, ambiguo, intangible. No marca ningún punto en el horizonte al que tengamos que seguir y, por tanto, no avanzamos hacia ninguna dirección determinada.
Además, desde mi punto de vista, ser feliz no puede ser un fin en sí mismo, un punto orgásmico alcanzable en un espacio/tiempo concreto, sino más bien un camino a transitar. Si sólo fuera un único punto, una vez alcanzado ese instante unidimensional, el resto (el antes y el después) sería –por definición– infelicidad. ¡Tanto trabajo para llegar al mismo sitio!
La felicidad no es más que la acumulación de esas pequeñas cosas que nos azuzan el alma y nos hace sentir una paz interior instantánea: una sonrisa, un beso, la brisa acariciando el cabello, las experiencias vividas…
Motivación del objetivo
El tercer de los errores que yo detecto es el para qué o el porqué. Es decir, la motivación intrínseca del objetivo que debe ir acorde a lo que somos y a lo que soñamos.
Si el objetivo es aprender a tocar la guitarra para ser famoso, es probable que esté condenado al fracaso ya que la motivación (ser famoso) puede que no sea lo suficientemente fuerte para sobreponernos a las dificultades del proceso de aprendizaje. «Total, si no pasa nada por no ser famoso, de hecho no lo soy». Así piensa nuestra mente. En cambio, si se plantea desde la absoluta sinceridad: «quiero aprender a tocar la guitarra para poder expresar mejor mis sentimientos», seguramente la fuerza misma de mejora personal te lleve al éxito del objetivo y quizá te pueda convertir en famoso en última instancia.
2. Regla SMART
Entonces, ¿cómo se deben plantear los objetivos adecuadamente? Existe una regla que aprendí hace poco y que es muy útil. Se llama SMART (elegante, inteligente en inglés) y es un acrónimo de cinco aspectos que debe cumplir todo objetivo, ya sea personal o financiero.
Specific (específico):
Como ya se ha mencionado anteriormente,
las metas deben ser específicas, concretas.
Por ejemplo, «Quiero comprarme un coche de la marca X, modelo Y». «En 5 años, quiero cogerme un año sabático y recorrer Latinoamérica». «Quiero ahorrar 20.000 € para la educación de mis hijos».
Son objetivos a corto, medio y largo plazo respectivamente, pero son concretos, específicos. No quiero comprarme cualquier coche, quiero específicamente ése. No quiero ir a otro sitio durante todo ese año, sino a Latinoamérica. No quiero ahorrar 5000 euros, sino 20.000 y para mis hijos, no los del vecino. No hay atisbo de ambigüedad.
Medible:
Las metas deben ser medibles, cuantificables de alguna manera. En caso contrario, no podríamos determinar si la hemos alcanzado o no.
Por este punto, falla también el no objetivo «Quiero ser feliz», porque no se puede medir. «Quiero aprender a tocar la guitarra en un año» funciona. Ahí está la medición. Al cabo del tiempo establecido, o sabes o no sabes. Puede que no seas bueno, pero si has aprendido a tocar algunas canciones en la guitarra, ya sabes. Después, habrá que mejorar.
La medición del objetivo es la cara de la misma moneda de la especificidad del mismo.
Cuánto mejor esté definido el objetivo (Coche X, Modelo Y), será más fácil medirlo (Z €) y establecer así el correspondiente plan para conseguirlo. Si, por el contrario, valiera tanto un Volvo como un Dacia, no se conseguiría ahorrar de una manera eficiente porque no quedaría bien definida la cantidad monetaria que se necesita. No es lo mismo ahorrar 10.000 que 40.000 euros.
Acción orientada (plan de acción):
Fundamental. El meollo de la cuestión.
La meta debe pasar única y exclusivamente por acciones que nosotros mismos podamos tomar.
De otra manera, al no hacerlas dependientes de nuestras decisiones, no podemos influir sobre ellas. Por ejemplo, si el objetivo fuera «Quiero ganar más dinero» (ya inespecífico de por sí) y el plan de acción fuera esperar que los sindicatos de empresa negociasen una subida salarial o que el gobierno de turno aumentara el salario mínimo, está abocado lógicamente al fracaso.
Otro ejemplo muy claro pero que se cae con reiterada insistencia (yo el primero): «Quiero que esa chica o ese chico se enamore de mí». Lamentablemente, no funciona así de sencillo. Lo deseo y lo consigo. Pues no. Uno no puede hacer que otra persona adquiera unos sentimientos hacia otra, así por arte de magia. Es una persona diferente que –en teoría– toma decisiones independientes y hay que respetarlas, nos guste o no.
Ya se lo dijo el genio de la lámpara a Aladín: «No puedo hacer que alguien se enamore de otro alguien».
Lo único que uno puede tratar –que no es poco– es CRECER COMO PERSONA (en todos los ámbitos), ser más interesante, tener más confianza en uno mismo, mejorar tus dotes comunicativas… En definitiva, que el jardín de tu vida sea bonito y esté mejor cuidado. Pero, no para alcanzar el amor de esa persona, sino para ti mismo. Y entonces, cuando el jardín es interesante, las mariposas se posan solas en él al igual que nosotros buscamos inconscientemente otros jardínes atractivos y motivadores.
Volviendo a la película de animación, Aladín no enamora a la princesa Jasmín siendo el impostor del príncipe Alí, sino cuando se quita el disfraz, cuando del fondo del corazón le sale «¿Confías en mí?», es la propia princesa que queda prendida de ese chico humilde y generoso.
En las metas financieras a corto (<2 años) y medio plazo (<7-10 años) para satisfacer necesidades materiales (la compra de un vehículo), el plan de acción pasa por norma general en el ahorro de una cantidad x de dinero durante los meses correspondientes. Aquí cada cual debe evaluar su situación personal y debe ajustar una de las dos (o las dos) variables: la cuota mensual y/o la duración al ser dependientes entre sí. A mayor cuota, menor duración.
Para estos objetivos de corto y medio plazo, no conviene invertir buscando una mayor rentabilidad, ya que se asume un riesgo innecesario mayor.
En objetivos más ambiciosos y más a largo plazo, como por ejemplo: «Quiero ahorrar medio millón de euros para tener una jubilación», la inversión se hace necesaria.
Realizable:
Realizable en el sentido de plausible, alcanzable.
Si bien es cierto que soñar a lo grande apuntando a la luna para llegar a las estrellas puede ser una inmensa motivación, no es menos cierto que nuestras capacidades y situación personal pueden impedir llegar a un objetivo tan ambicioso y ni siquiera sepamos establecer una estrategia adecuada para el mismo. Esto nos provoca frustación y acabamos abandonando.
No tiene sentido plantearse ser campeón olímpico de esgrima a los 40, si nunca se ha cogido en la vida un florete.
Ahora bien, para algunos objetivos siempre se pueden buscar alternativas al plan inicial que lo hagan realizable, plausible.
Por ejemplo, en la meta «En cinco años, quiero tener un año sabático y recorrer Latinoamérica» puede que nuestro empleador no nos conceda ese permiso, pero también podemos dejar o cambiar de empresa y revertir la situación según nuestro plan.
O, por ejemplo, «quiero ahorrar X dinero en tiempo Y» y no salen las cuentas, se puede (y se debe) intentar generar otras fuentes de ingresos aumentando así la capacidad de ahorro.
Temporal:
Se debe fijar un horizonte temporal en el que el objetivo debe ser cumplido.
Podrá alcanzarse o no en ese tiempo y luego habrá que analizar los motivos de una manera objetiva –sin fustigarse– por lo que no se cumplió el plan; pero, sin lugar a dudas, esa fecha límite nos empuja hacia delante y en la dirección correcta. Es casi como una obligación contractual con nosotros mismos.
Puede que en diez años no consigamos ahorrar exactamente los 20.000 euros deseados para los estudios de nuestros hijos, pero seguramente estaremos mucho más cerca que si no hubiéramos trazado plan alguno hacia ese objetivo con cuotas mensuales.
«Hay tiempo, cariño, ya empezamos mañana o el mes que viene, o después de las vacaciones…» O nunca. Sin límite temporal, no existe esa presión para cumplir los objetivos. Piensa en tu trabajo: ¿cuándo acabas la presentación requerida por el jefe? Generalmente a tiempo. Si te dan dos días más, la acabas dos días más tarde. Funcionamos así: los españoles, los latinos, los alemanes… todos.
Resumiendo, los objetivos deben ser trazados acorde a nuestra manera de entender el mundo y a los sueños que queramos realizar que servirán de brújula interna. Deben ser específicos, medibles, orientados a la acción propia y realizables en un tiempo establecido.
RECUERDA
- eSpecífico
- Medible
- Acción
- Realizable
- Temporal
A poder ser, escríbelos en un papel como contrato contigo mismo y como guía de apoyo en los momentos que se presenten las adversidades. Si la motivación, si el sueño es lo suficientemente fuerte para ti, no me cabe la duda de que podrás encontrar las soluciones adecuadas que te llevarán a alcanzar tus objetivos personales.
Para finalizar una cita que llevo conmigo:
¿Caminamos?
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