Cuando uno decide dar el paso de mover su dinero en forma de inversión -no importa del tipo que sea-, surgen un montón de dudas y miedos. Nos sentimos abrumados e ignorantes a la vez y parece un reto que no somos capaces de cumplir. En muchas ocasiones, sucede que esos miedos nos superan y entonces no llegamos a dar el paso definitivo de invertir, alejándonos inevitablemente de nuestros sueños.
El objetivo de este artículo es, por tanto, reducir y/o eliminar de alguna manera esas dudas y miedos. Para ello, expondré unas reglas muy básicas que se deben tener en cuenta para que las inversiones no se conviertan en un dolor de cabeza.
No me voy a centrar en ningún producto en concreto. Es, más bien, una guía básica que se puede aplicar a prácticamente cualquier tipo de inversión, a pesar de las diferencias que cada una de ellas tiene.
1. Objetivo de la inversión
Como en muchas situaciones de la vida, conocer el destino o la meta a la que se quiere llegar, permite tomar las mejores decisiones posibles. Sin meta, no hay rumbo y sin rumbo no se llega a ningún puerto.
No todos los productos financieros existentes en el mercado son los adecuados para todas las personas, ya que cada uno de nosotros es diferente tanto en nuestras necesidades como en la manera de entender el mundo.
Tampoco todos nuestros objetivos vitales necesitan los mismos productos. Como comprenderás fácilmente no es lo mismo invertir para poder jubilarse con desasosiego que hacerlo para pagar los estudios de tus hijos.
Por tanto, cada persona debe encontrar los tipos de inversión que mejor le acerquen a cada uno de sus sueños.
Si no sabes cómo establecer tus objetivos, te invito a que leas este artículo con la regla SMART. Si aún así, no eres capaz de ponerte objetivos, contacta conmigo y te ayudaré gustosamente.
Asimismo, si no conoces qué productos son los más adecuados para tus necesidades, contacta conmigo. Actualmente, estoy ofreciendo sesiones de asesoramiento a varias personas que están progresando en torno a sus finanzas personales.
2. Fondo de emergencia
No quiero ser redundante con esto que ya he mencionado en numerosos artículos, pero es esencial.
Antes de invertir, hay que tener un dinero reservado exclusivamente para emergencias. La razón es muy sencilla: si ocurriese una emergencia (que lamentablemente ocurrirá porque sino no estaríamos viviendo), puede suceder que las inversiones no tengan la suficiente liquidez que requiere el imprevisto en cuestión (por ejemplo, el dinero podría estar retenido en una cuenta a plazo fijo durante 5 años) o la seguridad (por ejemplo, pérdidas virtuales en bolsas que se deben realizar para paliar la emergencia).
Como ya vimos en el artículo del triángulo imposible, la seguridad, la liquidez y la rentabilidad están reñidas, teniendo que ceder en alguno de los puntos. En este caso, las emergencias necesitan de mucha seguridad y de mucha inmediatez (liquidez) porque nunca se sabe cuándo van a ocurrir.
En el caso de que no tuviéramos liquidez, es posible que no podamos asumir el imprevisto sin endeudarnos. Y eso en sí mismo ya es malo para la rentabilidad y para la consecución de nuestros objetivos, al tener que devolver ese dinero prestado con intereses. Es la hipoteca de las horas futuras de trabajo que limita nuestras posibilidades futuras.
Y en el caso de falta de seguridad, nos perjudica ya que para afrontar la emergencia, tendremos que vender nuestras acciones (activos) y puede que estén en negativo en ese momento, materializándose la pérdida. Lo peor de todo sería que el dinero desinvertido por obligación nos aleja del objetivo planteado inicialmente. Es decir, son pasos hacia atrás en nuestra hoja de ruta.
Con un fondo de emergencia, estos dos problemas se reducen. La emergencia hace daño económicamente, pero no te aleja de tus sueños.
Concretamente, según mi punto de vista, para empezar a invertir no es necesario tener todo el fondo de emergencia completamente cubierto. Con al menos un mes de gastos cubiertos, se podría empezar a invertir en pequeñas cantidades a la vez que se va incrementando el fondo de emergencia.
Yo, personalmente, recomiendo disponer de 3 meses de gastos como fondo de emergencia antes de empezar a invertir. Y luego completarlo hasta 6-12 meses, según las necesidades de cada uno, a la par que se va invirtiendo para otros objetivos.
Por ejemplo, si nuestra capacidad de ahorro es de 100 € mensuales, una vez completada una reserva mínima, podríamos destinar 50 € para el fondo de emergencia e invertir los otros 50 €.
3. Sanea tus finanzas personales
Realmente no es necesario antes de invertir, pero ayuda mucho y es muy saludable. Conocer el flujo de caja mensual, analizando tantos los gastos innecesarios como los ingresos posibles, permite aumentar la capacidad de ahorro y, por ende, de inversión. A largo plazo, las posibilidades de éxito serán mayores.
En el gráfico, se ve cómo cuanto mayor sea nuestra aportación mensual, mayor será nuestro capital final.
Te invito, por tanto, a que seas crítico con tus gastos, plantéate si son necesarios o si te hacen realmente feliz. Si no cumplen ninguna de esas condiciones, deberías eliminarlos de tu vida. Disfrutarás más de las cosas que más te gustan y/o alimentan tu alma y te quitarás de las cargas innecesarias que te alejan de tus verdaderos sueños.
Asimismo, te invito a que generes otras fuentes de ingresos que no solo te proporcionará un flujo de caja más favorable, sino que además te dará más independencia con respecto a tu trabajo.
4. Invierte lo que no necesites a corto plazo
Es evidente que no se puede invertir el dinero que vayas a necesitar para comer, para comprar un chándal a tu hija el mes que viene o para la reforma del cuarto de baño el próximo año.
Para las metas a corto plazo (menos de 2 años), necesitas seguridad y liquidez y no vale la pena asumir tanto riesgo con el fin de obtener un poco más rendimiento.
No lo olvidemos:
El rendimiento es la recompensa del riesgo
Pongo un ejemplo. Si quieres irte de vacaciones dentro de medio año o el año que viene al Caribe, no te compensa poner el dinero en bolsa, arriesgándote a que en el momento que lo quieras rescatar tenga un valor inferior al invertido y no puedas hacer el viaje soñado. El viaje en sí mismo es más valioso que el futurible rendimiento que puedas obtener. Este ejemplo es, de hecho, un caso similar a lo que ocurre con el fondo de emergencia.
Por eso, sólo se puede invertir el dinero excedente de cada mes. La mejor manera de hacerlo es con el piloto automático tras haber establecido una cuota de ahorro previo (pay yourself first). El modelo de cuentas es una herramienta que ayuda a organizar y desglosar mejor los objetivos y el ahorro necesario en cada uno de ellos.
5. Diversifica
El viejo dicho de no poner todos los huevos en la misma cesta. Ya sabemos que pasa si nos caemos al suelo. Hacemos una buena tortilla.
La diversificación minimiza el riesgo
En el artículo en el que explicaba qué era una acción, ya vimos cómo la de Silicon Valley Bank se desplomó en un sólo día y perdió todo su valor. Si yo hubiera tenido todo mi patrimonio invertido en ese banco, hubiera perdido todo mi dinero.
Ahora bien, si ese banco hubiera representado tan sólo un 0,5% de mi cartera (que tampoco era el caso), esa cantidad hubiera sido mi pérdida. Se está asumiendo mucho menos riesgo.
Y no hace falta que una empresa quiebre para asumir un riesgo más alto de lo necesario. Todos conocemos Deutsche Telekom, la Telefónica alemana. Todos sabemos que es una compañía importante. Fíjate en la evolución de su acción desde hace más de 20 años.
Desde su pico máximo en el año 2000, su precio bajó fuertemente (pinchazo de las tecnológicas), perdiendo el 90% de su valor. Desde ese momento, cuando la acción se situó en 9,05 € (2002) no ha levantado mucho la cabeza. Actualmente su precio ronda los 21 €, muy lejos de los 100 €.
Si lo comparamos con el índice alemán DAX en el que está incluido, observamos una clara diferencia en su evolución. Desde 1996, el DAX 40 (antes DAX 30), que constituye las 40 empresas más importantes por capitalización de Alemania, subió un 459%, mientras que la acción de Deutsche Telekom en el mismo período lo hizo tan sólo un 24,81%.
En términos relativos, la caída sufrida en el año 2000 fue menor para el DAX. Los otros valores que componen el índice alemán pudieron compensar o minimizar las pérdidas que sufrió Telekom. Eso es lo que hace la diversificación.
La diversificación mata el altísimo rendimiento
Pondré un ejemplo fuera del mundo de las finanzas para que lo entendamos mejor. Si yo estudio tan sólo un tema de una oposición, lo más probable es que suspenda. Asumo un riesgo muy elevado. Sin embargo, si me toca la lotería y sale justo ese tema, es posible que lo clave y gane la oposición con facilidad. Obtendría un rendimiento muy elevado para el esfuerzo aplicado (sólo me he estudiado un tema).
La diversificación es estudiarse todos los temas lo que te proporciona mayores posibilidades de éxito a largo plazo.
Quién hubiera invertido en el tiempo justo en Tesla, Apple o en Bitcoin podría haber hecho mucho dinero.
El problema reside en que a toro pasado todo es muy sencillo. ¿Pero sabes cuál será la próxima Tesla? Yo particularmente no. Es difícil saberlo y se necesita un conocimiento, unos análisis y una consecuente dedicación de tiempo muchos más extensos. Y tampoco hay nada que te asegure que tu respuesta sea acertada.
Estadísticamente, una cartera diversificada y equilibrada obtendrá mejores resultados a largo plazo que una cartera concentrada en pocas empresas o activos.
La diversificación corrige la correlación entre los activos
¿Qué es la correlación?
Matemáticamente la correlación es la relación que tienen dos variables entre sí. En otros aspectos de la vida existen también correlaciones. Por ejemplo, la mortalidad infantil se ve influenciada por el PIB per cápita de un país. Es decir, cuanto más rico es un país, invierte más recursos en sanidad y mueren menos bebés por cada mil nacidos. Estas dos variables se correlacionan.
En el mundo de las finanzas ocurre lo mismo. Dos empresas del mismo sector tienen una mayor correlación que otras dos de diferentes sectores. En un mundo globalizado, una caída en la bolsa americana tiene consecuencias en las bolsas de Europa o de Japón.
Si, sin embargo, se eligen activos con pequeña correlación entre sí, las pérdidas (y los beneficios) serán menos volátiles. Es decir, al diversificar entre activos que tienen poca correlación entre sí, los cambios (negativos) de unos no afectarán a los otros, reduciéndose el riesgo de pérdida de capital.
Por ejemplo, una obra de arte de Picasso no deja de valer menos porque las acciones de las empresas tecnológicas pierdan un 20 o un 30% en bolsa. Estos dos activos son independientes entre sí.
Conclusión
La diversificación nos ayuda a amortiguar mejor los golpes en las vacas flacas a costa de reducir el alto rendimiento de las vacas gordas. Pero esa media compensada nos hace avanzar mucho más rápido que asumir más riesgos.
Por tanto, se debe diversificar lo máximo posible. Esta puede ser regional, internacional, sectorial, entre tamaños de empresas, entre diferentes clases de activos… Eso es en realidad lo que hacen los ricos. Nunca ponen todos los huevos en una cesta.
Este concepto también es válido y aconsejable para otras situaciones de la vida. En el caso de las finanzas personales, se puede aplicar para los ingresos. Si se tienen muchas y diversas fuentes de ingresos, se reduce el daño económico que supondría si una de ellas falla, incluso aunque sea la principal. Si mi trabajo supusiera -por ejemplo- el 50% de mis ingresos mensuales, la pérdida de mi empleo me dejaría en una mejor posición que si fuera mi única fuente de ingresos.
6. Invierte a largo plazo
El tiempo juega un papel fundamental.
Las inversiones no son un sprint, sino una maratón.
El peor año del índice MSCI World fue 2008 en plena crisis financiera mundial, perdiendo un 42,08% de su valor. El mejor, en 1986, ascendió un 39,11% con respecto al año anterior. A corto plazo, la diversificación no es suficiente por sí misma.
Por tanto, intentar predecir lo que va a suceder en el futuro no tiene mucho sentido. Afirmar que 2024 va a ser un buen año para las bolsas mundiales es especulativo ya que cualquier evento (una pandemia, una declaración de guerra, un atentado…) puede cambiar el transcurso de los análisis con los datos actuales.
El tiempo lo cura todo
Fíjate en el siguiente gráfico. Me he tomado la molestia de descargar todos los datos históricos del MSCI WORLD desde 1969 hasta la actualidad y calcular los rendimientos anuales para diferentes períodos de tiempo.
Por ejemplo, cada año por separado (1969, 1970, 1971, …, 2022), cada dos años (1969-70, 1970-71, 1971-72, …, 2021-22), cada 5 años (1969-1974, 1970-75, …, 2018-22), cada 10 años (1969-1978, 1970-79, …, 2013-22) y así sucesivamente hasta 50 años.
La línea verde indica los mejores rendimientos anualizados en cada uno de los períodos analizados, mientras que la roja son los peores.
A medida que los períodos de tiempo son más grandes (largo plazo), se aprecia cómo los vaivenes propios del mercado, llamada volatilidad, se diluyen y las gráficas convergen.
El tiempo reduce de esta manera el riesgo.
Si hacemos zoom en el gráfico anterior, se observa que en ningún período de 15 años, repito en ningún período por encima de 15 años, el inversor ha perdido dinero invirtiendo en el MSCI World que contiene más de 1600 empresas de los 23 países más industrializados del mundo.
Los peores 15 años del índice, comprendidos entre 1999 y 2014, retornaron un rendimiento positivo de 1,24% anual a los inversores (marcado con una estrella verde en el gráfico). En este período, ocurrieron tres crashes: la burbuja puntocom (2000), la caída de Lehman Brothers que desencadenó en una crisis financiera (2008) y la crisis del euro (2012-2014). A pesar de este escenario tan desfavorable, pudo ofrecer rentabilidades positivas a los inversores.
Uno puede pensar que un rendimiento del 1,24% es poco. Lo es, está por debajo de la inflación histórica del 2%. Pero no es un pírrico 1,24% global, sino la media del crecimiento cada año. En 1999, el índice se situaba en 1420,9 puntos y en 2014 alcanzó los 1709,7 puntos, es decir, aumentó un 20,3% en ese período de quince años.
A medida de que se deja reposar la inversión, los valores tienden a la media (7%): la banda entre el mejor y el peor resultado se estrecha. Este efecto se conoce como regresión a la media.
El largo plazo elimina la especulación o la suerte de casino. Esto ya no es suerte, son matemáticas y la probabilidad de que en el futuro siga manteniéndose así es mayor que no hacer absolutamente nada.
La paciencia es la mejor cualidad que debe poseer el inversor, ya que -como hemos visto- las inversiones tienen que madurar un tiempo determinado para dar sus frutos.
8. Utiliza la estrategia Buy&Hold
Como consecuencia de las dos reglas anteriores: diversificación a largo plazo, se debe aplicar la estrategia de comprar y mantener (Buy & hold). Sólo manteniendo los activos, los inversores somos capaces de conseguir esos efectos tan positivos descritos anteriormente.
Si en mitad del ciclo de acumulación vendemos nuestras inversiones, rompemos la cadena y, dependiendo de cuánto hayamos vendido, habremos retrocedido más o menos. En cualquier caso, es un paso hacia atrás.
Por eso, se hace tan necesario disponer de un fondo de emergencias para evitar tocar el dinero invertido.
La venta sólo se debe ejecutar en la fase de desinversión según el plan establecido.
9. No hagas market timing, compra mejor regularmente
Si se invierte a largo plazo para disminuir el riesgo, no merece la pena hacer market timing.
A menos de que se disponga de una bola de cristal, es imposible saber cuándo un activo se va a encontrar en su punto más bajo para comprarlo barato y cuándo alcanzará su punto más alto para venderlo más caro.
Es mucho más efectivo comprar de una manera regular (una vez al mes, por ejemplo) que hará que el interés compuesto, la bola de nieve, juegue a nuestro favor. Buscar el teórico punto óptimo para invertir supone en la mayoría de los casos unos elevados costes de oportunidad. En sucesivos artículos, incidiré en este aspecto.
Por tanto, no es necesario mirar el estado de la cartera a diario. Yo reconozco que lo hago, pero lo cierto es que no es necesario. Así, evitarás la tentación de vender o comprar según las emociones del mercado.
Cuanto más racional se invierta, mejor serán los resultados obtenidos.
10. Evalúa los riesgos
Las inversiones conllevan intrínsecamente un riesgo que es el que asumimos con la esperanza de recibir unos rendimientos. Si fueran completamente seguras, no podría hablarse de inversión.
Por ello, es importante conocer todos los riesgos derivados antes de invertir. Aunque parezca contraintuitivo, conocerlos, nos tranquilizará ya que nos prepararemos mejor ante ellos.
El pueril desconocimiento nos llevará a tomar decisiones erróneas que nos puede costar mucho dinero.
En este sentido, es necesario leer la documentación aportada del producto financiero en cuestión y buscar alternativas si las hubiera.
Lo sé, esos documentos jurídicos son un rollo. Pero no tiene sentido que para comprar un teléfono le preguntemos a todos nuestros conocidos y amigos, y para invertir nos sirva un pequeño vídeo en Youtube o una confianza ciega en un empleado de banca. Una decisión errónea nos puede costar decenas o centenas de miles de euros.
11. Encuentra tu balance o aversión al riesgo
Todos somos personas diferentes y tenemos circunstancias y miedos diferentes. Por eso, no existe una fórmula mágica válida para todos. En base de nuestra tolerancia al riesgo (perfil de inversor), habrá unos productos financieros que serán más adecuados para nosotros.
De poco sirve invertir en el producto que mayor rendimiento proporciona en el mercado si luego no somos capaces de dormir tranquilos por la noche.
Estimar equivocadamente nuestra tolerancia al riesgo puede conllevar a que dejemos de invertir después del primer golpe. Si no soy capaz de aguantar psicológicamente caídas temporales del 40%, no podré invertir en bolsa. Si no tengo previsto ni puedo asumir que puedo estar sin inquilinos en mis inmuebles alquilados durante un plazo medio de tiempo, no podré invertir en el sector inmobiliario. Y así sucesivamente.
Aquí vuelve a entrar en juego la diversificación. Hay productos que, por su naturaleza, son más arriesgados que otros. Se debe intentar buscar la combinación adecuada para cada uno de nosotros, distribuyendo un porcentaje a los diferentes riesgos según nuestro perfil de inversor.
Los inversores más arriesgados podrán tener carteras del 80-90% en productos con mayores riesgos como las acciones (renta variable), mientras que los más conservadores situarán ese porcentaje en 20-10% en dichos productos, predominando la renta fija (deuda), el oro u otro tipo de inversiones en el que rendimiento son menores.
A medida de que nos vamos haciendo mayores, nuestro perfil de inversor va cambiando ya que nuestras necesidades son diferentes a las que teníamos cuando éramos más jóvenes. A igual experiencia, es probable que un inversor joven sea más arriesgado que un inversor con canas. Existen dos motivos principales:
- Tiempo: el inversor joven dispone de más tiempo para poder recuperarse de los “fracasos” o malas experiencias. El tiempo juega a su favor, mientras que para el otro inversor juega en su contra por razones obvias.
- Dinero: Es probable que el inversor joven tenga menos recursos para invertir y disponga de menos patrimonio. Eso le permite arriesgarse más. No es lo mismo perder el 50% de 1000 que el de un millón.
Sin embargo, el inversor experimentado con años ya ha vivido varias crisis, situaciones malas y sabe cómo reaccionará ante futuros problemas. Esta experiencia le permitirá estar más tranquilo, más sosegado y, por tanto, tomar decisiones más racionales.
¿Cómo se puede aprender a tolerar mejor el riesgo?
- Conociéndose a uno mismo
- Sabiendo qué riesgos existen (Regla 10)
- Leyendo y estudiando mucho sobre los temas ya que aporta confianza.
- Aplicando las reglas anteriormente descritas
12. Las inversiones no te harán rico
Aunque suene duro, es la verdad. Lo único que te garantizarán es no perder poder adquisitivo.
La riqueza es la consecuencia última del desarrollo personal. Primero, uno mejora como persona, eso le hace generar más dinero ya sea en su trabajo principal o a través de otras fuentes de ingresos. Con ese dinero, se compran activos que nos dan más dinero y se reinvierten en más activos hasta llegar a la riqueza. Pero nunca al revés. La secuencia correcta es:
Ya hemos visto cómo la cuota de inversión mensual desempeña un papel fundamental en el resultado final. A mayor cuota, mayores posibilidades de alcanzar grandes patrimonios.
Por eso, en las primeras fases de inversión, el capital que podemos invertir es un factor más predominante que averiguar cuál es la inversión que genera un poco más rendimiento. El 7% anual de 12.000 € (inversión mensual de 1000 €) es mayor que el puntual e hipotético 20% de 3.000 € (250 € mensuales).
Pondré un ejemplo para clarificarlo. Comprar un Ferrari no es una señal segura de que vayas a llegar más lejos. Todos podemos estar de acuerdo que es un vehículo muy rápido (inversión con más rendimiento), pero si no tienes combustible (cuota mensual de inversión) o ni siquiera tienes licencia (conocimientos), no te mueves nada. O incluso puede que te dé miedo conducir tan rápido (muchos riesgos) y te estrelles.
Quizá yendo menos rápido, pero constante y seguro con otro vehículo (inversión regular en una cartera diversificada) y mejorando nuestra manera de conducir (experiencia, adquiriendo competencias, informándonos, analizando riesgos…) somos capaces de llegar aún más lejos.
Nuestro tiempo es limitado. Dedicar el tiempo a mejorar como persona en todos los aspectos de nuestra vida, a adquirir una habilidad que te haga ser más competitivo en el trabajo, a generar nuevas fuentes de ingresos o a fundar una empresa, te va a ayudar más para cumplir tus objetivos y sueños que dedicar ese tiempo en encontrar tu portfolio perfecto.
Luego, una vez que tu cartera sea lo suficientemente grande, sí que habrá un punto de inflexión donde el rendimiento de la inversión sea más importante que la cantidad invertida mensualmente. Hasta llegar a ese punto, ya habrás aprendido muchas cosas más y puedes mejorar tu rentabilidad porcentual.
13. Invierte poco a poco al principio
Una buena manera de ganar seguridad y confianza es empezar poco a poco. En los primeros meses, invierte una pequeña cantidad de dinero que estés dispuesto a perderla. Así, irás entendiendo tu producto elegido, aprendiendo cómo funciona el sistema y averiguando cómo te sientes en las diferentes situaciones del mercado, tanto las adversas como las más favorables.
Comienza por una sola clase de inversión, generalmente la que va a ser el núcleo de tu cartera. Dedícale todos tus esfuerzos en aprender sobre ella. Poco a poco, ve subiendo la cantidad de inversión hasta que te sientas cómodo y seguro para invertir la cantidad trazada en tu plan. Una vez que consideras que conoces lo fundamental, puedes empezar el proceso con otra clase que complemente tu cartera.
Poco a poco. De clase en clase. De una en una.
Si lo haces todo a la vez, te sentirás abrumado y es posible que abandones.
No te preocupes por los errores. Forman parte del aprendizaje. En alguna ocasión, perderás dinero. Ese es el precio por aprender, como si fueran las tasas de un curso.
14. No invertir en productos financieros que no entiendas
Esta regla es la que más se obvia y luego trae consecuencias indeseadas. Todos los españoles de mi generación sabemos que las preferentes de Caja Madrid se vendieron a personas (especialmente a mayores) que no disponían de los conocimientos adecuados sobre ese producto.
Por esa misma razón, yo aún no invierto en Bitcoin (a pesar de que lo considero interesante) ni tengo unos seguros con cláusulas poco transparentes con los costes y escritas en un lenguaje que no comprendo. No invierto en esos productos porque no los entiendo.
No entender el producto es perder la posibilidad de tomar la responsabilidad. Sin entender el producto, no se pueden analizar los riesgos ni los beneficios ni saber si ese producto encaja con mi estrategia global o no.
Quedamos, por tanto, expuestos a la buena voluntad del asesor que nos ofrece ese producto. Y suele ocurrir que esos “asesores” tienen un conflicto de intereses, vendiendo el producto que mejor les conviene a ellos, pero no necesariamente a sus clientes.
Podemos decir que no tienen escrúpulos (que no tienen), pero la culpa no es del todo suya. También tenemos que asumir nuestra parte de responsabilidad. Me explico: si yo voy al banco X o a la aseguradora Y, no puedo pretender que me ofrezcan el mejor producto existente del mercado para mí. En el mejor de los casos, me venderán su mejor producto de inversión o su mejor seguro. Pero nunca me podrán vender un producto de la competencia que quizá se ajuste mejor a mis necesidades.
Vamos, que no me puedo comprar unas zapatillas de Nike en una tienda de Adidas.
Para poder decidir mejor, tenemos que
- buscar asesores independientes que cobren por sus servicios independientemente del producto que nosotros escojamos.
- utilizar comparadores de precios y productos. Hay muchos en internet.
- informarnos por diferentes canales y en diferentes idiomas si es posible.
- recopilar la mayor información posible sobre el producto en cuestión.
- leer toda la documentación, incluso la letra pequeña, para conocer todas las condiciones.
Si aún así, decides adquirir ese producto, hazlo con una pequeña cantidad, poco a poco como hemos explicado anteriormente.
15. No consumas pornografía financiera
El término parece que fue acuñado por la periodista financiera Jane Bryant Quinn en 1998.
I don’t know how to define financial pornography, but I know it when I see it.
Potter Stewart – Juez del Tribunal Supremo de EE.UU.
Se entiende por pornografía financiera aquellos artículos, vídeos, literatura y contenido digital en redes sociales que agitan intencionadamente dos emociones que dañan nuestra toma de decisiones financieras. Estas dos emociones son: el miedo y la avaricia.
Miedo
Como ya se ha comentado al inicio del artículo, el miedo es un mal compañero de viaje. En este caso, provoca varios efectos:
- El miedo puede que nos impida empezar a invertir e incluso a soñar.
- Nos hace sentir débiles y faltos de confianza en uno mismo.
- Puede que vendamos una parte de nuestra cartera en negativo, materializando nuestra pérdida.
- Puede que compremos productos financieros que no necesitemos como un seguro determinado.
Hay muchos profetas del caos que pronostican la próxima crisis mundial o cuándo el mundo se destruirá. Lo cierto es, sin embargo, que el mundo sigue rodando. Esos profetas ganan dinero a costa de azuzar los miedos de otras personas. Ya sea por la venta de cursos o productos con soluciones “mágicas” contra esos miedos, ya sea por los ingresos generados por publicidad en el canal de transmisión en cuestión.
Desafortunadamente las malas noticias venden más que las buenas.
Avaricia
Por otro lado, la pornografía financiera aviva la avaricia con fórmulas “mágicas” que te harán rico sin apenas esfuerzo. Eso no es posible. Esas fórmulas no existen.
Ya lo dijimos con anterioridad, la inversión es una carrera de maratón, no un sprint de 100 m. Y la riqueza sólo es consecuencia del desarrollo de cada uno.
En este caso, nos invitan a comprar un determinado producto o acción, no sabiendo exactamente los riesgos que concebimos al hacerlo. La mayoría de los casos se trata de estafas piramidales siguiendo el esquema de Ponzi.
Tanto los que azuzan el miedo como los que avivan la avaricia atacan emociones muy profundas del ser humano que nos perjudica en muchos ámbitos de nuestra vida.
En el caso de nuestras finanzas personales, hay que intentar huir de estas emociones y tratar el asunto de la manera más racional posible.
Si no puedes evitar seguir los consejos de esos profetas o magos y comprar esa acción recomendada que va a llegar a la luna, hazlo con una pequeña cantidad de tu capital (no más del 5%), asumiéndolo como una pérdida total. Si aciertan, eso que te llevas, pero si no, has perdido poco dinero. Es como jugar a la lotería. Asumes la pérdida de antemano.
Tu estrategia con una cartera diversificada se puede permitir un cierto riesgo extremo.
16. Sigue tu plan
En consecuencia de las reglas anteriores, sigue tu plan. Soy consciente de que no es fácil, pero no te debes dejar llevar por las emociones.
Si tu plan se ejecuta de manera automática y no depende de tu voluntad de cada mes, tendrás muchas posibilidades de tener éxito.
17. Invierte hoy, no mañana
De nada sirve hacer una tesis doctoral del tema si al final no se lleva a la praxis. La práctica hace al maestro y al inversor también.
No alargas la decisión de invertir hasta encontrar la mejor combinación. Hay que informarse y estudiar, sí, pero sobre todo HAY QUE EMPEZAR.
Fíjate una fecha en el calendario para tomar una decisión: en una semana, dos semanas, el mes que viene y comienza a invertir siguiendo las reglas anteriores.
Poco a poco en una cartera diversificada. Asume los errores de principiante con alegría y mantente constante con tu inversión. Se aprende mucho más rápido de lo que piensas.
En este blog, iré ofreciendo alternativas sólidas y eficaces como los ejemplos expuestos que no requieren de enormes conocimientos.
Si has leído hasta aquí, es posible que ya seas un inversor o estés a punto de dar el paso a serlo. ¡¡Enhorabuena!! Si necesitas ayuda tanto para formar tu cartera propia según tus necesidades como para mejorarla, contacta conmigo y te asesoraré gustosamente.
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